Las aventuras de “Lulú” Sanabria
Narcotraficantes, guerrilleros y luchas raciales marcaron la carrera de Jorge Sanabria; ésta es su increíble historia.
Con la camiseta de Huracán, uno de los 17 clubes por los que pasó
No es por haber jugado en 17 equipos que Jorge Armando Sanabria se sienta y empieza a responder. Tampoco por haber sido goleador y menos aún por su llamativo sobrenombre, ese Lulú que se ganó por el pelo largo, los pantalones ajustados y los botines blancos allá por los 70.
Jorge Sanabria, ahora técnico de Muñiz, guarda una historia personal fascinante. Hoy la cuenta con gracia, pero hasta él admite que en algún momento lo aterrorizó.
Actuó en Colombia, en Sudáfrica y en El Salvador. En Colombia, el presidente de su primer club (Unión Magdalena) estaba sospechado de ser un poderoso narcotraficante. En Sudáfrica jugó para un conjunto de zulúes. Era el único blanco en la peor época del apartheid. Y en El Salvador cayó en medio de una zona tomada por la guerrilla. Por las noches dormía debajo de la cama.
El lo cuenta mejor.
-Empecemos por Colombia.
-Fui en el 77. Ahí había un tipo que siempre llevaba un revólver encima. “Hola panita (es como decir amigo)”, me decía. “Tú me ves todos los días con un revólver”. Sí, le decía yo. “¿Sabes qué pasa, panita? Yo ahora salgo acá a la esquina y me encuentro con una familia y nos matamos a tiros”. Claro, había familias rivales. Te estoy hablando del año ´77. Allá iban y te hacían pum en la cabeza por 100 dólares.
-Según el libro “Los amos del juego”, por aquella época la dueña del Magdalena era la familia Dávila, sospechada por narcotráfico…
-Yo eso no lo sé, pero recuerdo que el presidente vivía en un cuarto piso. El resto del edificio estaba custodiado por unos grandotes armados hasta los dientes.
-¿No te provocaba miedo?
-Y… sí. Lo mismo cuando le pegué a un jugador que era amigo de un traficante. Fui a jugar contra el América, en Cali. De marcador central tenían a un tal Reyes. El tipo me decía te vuá matá, juep… Me pegó, me escupió, me insultó, hasta que en una jugada se cae y la pelota le queda acá (se señala el tórax). Yo vengo corriendo y le pego una patada con la que no lo maté de casualidad. Se me vinieron todos al humo. Después, en el vestuario, un compañero me dice:”Pero qué hiciste, le pegaste a un traficante. Ahora te van a mandar a los muchachos”.
-¿Nunca te pasó nada?
-No, pero me preocupé. Yo después le expliqué al presidente que el negro me había matado a patadas todo el partido. Por las dudas…
-¿Sabías qué era el presidente?
-Te digo: yo soy un loco por las armas. Tiro desde chico. Una vez lo vi al presidente con una campera. Abajo le colgaba una Magnum impresionante. Le pregunte qué era eso. Me la mostró y me dijo: “¿La quieres? Si se clasifican para el octogonal te la regalo”. No nos clasificamos, era imposible.
-Entonces, tenías una relación bastante cercana.
-Los presidentes de los clubes, con los extranjeros que andan bien, siempre tienen una relación especial. A mí hasta me consultaba a quién traer y a quién no.
-¿Alguna vez le preguntaste por su ocupación?
-No, pero hoy lo hablaría.
-¿Te asustaba el entorno?
-No, para mí era una aventura. En El Salvador sí tenía miedo. Tendrías que ver las cartas que le mandé a mi novia. Eran todas testamentos: dejale el coche a éste, la casa a aquel…
-¿Pensabas que te iban a matar?
-Sí, pensaba que me mataban en cualquier momento. Yo vivía a 280 kilómetros de la capital, en San Miguel. Para ir a la capital tenías que atravesar la selva por un camino de montaña, donde estaban escondidos los guerrilleros. ¿Sabés qué hacían?
-¿Qué?
-Paraban el ómnibus. “Colaboración para la causa…”, te decían y te pedían guita. Eran del MLN. Nosotros teníamos un brasileño en el equipo. Y una vez se lo quisieron llevar. “Vos, brasileño, te venís con nosotros a la montaña”. El tipo se puso a llorar, pero nada. “Te venís”. Y nosotros, en aquel momento, teníamos al jugador que había hecho el único gol de El Salvador en el Mundial de España: Zapata. El habló con el guerrillero para que no se llevaran al brasileño. Y lo dejaron. A partir de ahí no se viajó más en ómnibus, sino en avión. Pero, ¿qué pasó?
-¿Qué?
-El avión era un Fiat 600 con alas. Y los guerrilleros se ponían en una montaña y lo bajaban. Entonces, llegaron a un acuerdo con la compañía. Todos los meses había que darles un dinero a los guerrilleros para que no les bajasen los aviones.
-¿Cómo lo tomaban tus compañeros?
-Algunos iban armados.
-¿Por protección o porque eran guerrilleros?
-Más por protección. Ahí, a las seis de la tarde, había toque de queda. Todo apagado. Y empezaban: ra-ta-ta-ta-ta. Yo me tiraba debajo de la cama.
-¿A vos nunca te quisieron llevar?
-No, si después de lo que pasó con Ferreira (el brasileño) yo no decía ni loco que era argentino. No sabés la tensión que te causa una situación de ese tipo. El miedo era real.
-Después fuiste a Sudáfrica.
-Sí, un tal Marcelo Houseman se hizo pasar por el hermano de René y se metió en el fútbol de Sudáfrica. Me llamó cuando yo estaba en Armenio y me ofreció ir para allá.
-Fuiste a un equipo de zulúes en la peor época del apartheid.
-Sí, (Nelson) Mandela estaba preso todavía. Yo voy a un equipo en el que eran todos negros. El fútbol allá, en general, era de los negros. Yo llego y, primero, la mirada…, cierto rechazo…, yo intentaba tocarlos y ellos se alejaban como si uno fuese un animal. Se corrían. Cuando me acercaba a un chiquito, él pensaba que le iba a pegar. ¿Te cuento una?
-Dale.
-Zutu, en zulú, es libertad. El líder de ellos, Yabo Paghatti, pasaba en su auto y los negros le gritaban “zutu”. Y por un pedido de él, yo entraba en la cancha y me ponía así (se para y gesticula como si estuviera de frente a una tribuna) y gritaba: “Zutuuu”. Y toda la gente de esa tribuna lo repetía. Después giraba y me ponía de frente a otra tribuna. Y otra vez: “Zutuuu”. Y la gente lo repetía. Un argentino, blanco, en un país con un problema racial…, recién hoy tomo conciencia de lo que hice.
-¿Se palpaba el apartheid?
-Sí, claro. Los negros no podían estar en el hall de mi edificio. No los dejaban. Un día fui a un boliche y no me dejaron entrar porque era para negros. Y que no te encuentren con una negra…
-¿Cómo era la relación entre negros y blancos en el fútbol?
-No se hablaban.
-¿Cuánta era la influencia de Yabo Paghatti?
-Total. El no era el dueño del equipo, sino el líder de la raza. Pero igual dominaba todo. Tenía un medallón de oro colgando del cuello. Yo le dije que en un próximo contrato quería el medallón. Y todo iba bien hasta que pasó lo de este muchacho Houseman. Yo lo llamé y le dije que me debía una plata. Es un bandido. El me prometió que me la iba a dar, pero yo le contesté que si no me pagaba, me iba. Y me fui. Un amigo mío me contó después que Yabo Paghatti, cuando se enteró, se tiró al piso y se puso a llorar.
-¿Todos los equipos tenían una especie de jefe racial?
-Creo que sí. Mirá, una vez entré en una habitación. Había 5.000.000 de dólares en efectivo, en billetes sudafricanos (rands), todo alrededor de las paredes. A mí me mostraban todas sus cosas. ¿Te cuento otra?
-Contá.
-Un día estábamos en el hotel. Me llaman y me dicen que a las 4.15 tenía que estar en el lobby, porque a las 4.45 salía un avión para Johannesburgo. Firmado: Yabo Paghatti. Fui. Bajé en Johannesburgo. Me estaban esperando en un Mercedes tapizado tigre, tipo película. Estaba Yabo Paghatti en el auto, y al costado había tres negras. Yo pensaba que en cualquier momento algo me iba a pasar, no sabía qué pensar. Llegamos a un lugar, entramos en una habitación -yo ya estaba asustado-, abre un placard y me dice: “Come on, Lulu… (Vamos, Lulu)”. Tenía como 70 trajes de los mejores modistos del mundo. Me dijo que eligiera uno. Yo elegí uno, tome un café y me llevaron al aeropuerto para volver. ¡Me habían llamado para darme un traje!
-Menos mal que después volviste a la Argentina y dejaste las aventuras…
-Sí, pero de acá también tengo una. Yo integré el Equipo de las Estrellas. Ibamos por las cárceles del país a jugar, y ahí hablé con los delincuentes más duros que te puedas imaginar.
-¿Como quiénes?
-Robledo Puch. Yo pedí hablar con él. Mis compañeros me decían que estaba loco.
-¿Y no lo estabas?
-Noooo…
Perfil
Nombre: Jorge Armando Sanabria.
Fecha y lugar de nacimiento: 9/8/1952, en Paso de los Libres (Corrientes).
Trayectoria como jugador:
Excursionistas, Huracán, Unión Magdalena (Colombia), Huracán, Vélez, Independiente, Varta Caldas (Colombia), Argentinos, Central Norte (Salta), Quilmes, Armenio, Ama Zulú (Sudáfrica), Rivadavia (Baradero), Aguilas (El Salvador), Sportivo Baradero, Ledesma (Jujuy), Casino Iguazú (Misiones) y Mercedes.
Narcotraficantes, guerrilleros y luchas raciales marcaron la carrera de Jorge Sanabria; ésta es su increíble historia.
Con la camiseta de Huracán, uno de los 17 clubes por los que pasó
No es por haber jugado en 17 equipos que Jorge Armando Sanabria se sienta y empieza a responder. Tampoco por haber sido goleador y menos aún por su llamativo sobrenombre, ese Lulú que se ganó por el pelo largo, los pantalones ajustados y los botines blancos allá por los 70.
Jorge Sanabria, ahora técnico de Muñiz, guarda una historia personal fascinante. Hoy la cuenta con gracia, pero hasta él admite que en algún momento lo aterrorizó.
Actuó en Colombia, en Sudáfrica y en El Salvador. En Colombia, el presidente de su primer club (Unión Magdalena) estaba sospechado de ser un poderoso narcotraficante. En Sudáfrica jugó para un conjunto de zulúes. Era el único blanco en la peor época del apartheid. Y en El Salvador cayó en medio de una zona tomada por la guerrilla. Por las noches dormía debajo de la cama.
El lo cuenta mejor.
-Empecemos por Colombia.
-Fui en el 77. Ahí había un tipo que siempre llevaba un revólver encima. “Hola panita (es como decir amigo)”, me decía. “Tú me ves todos los días con un revólver”. Sí, le decía yo. “¿Sabes qué pasa, panita? Yo ahora salgo acá a la esquina y me encuentro con una familia y nos matamos a tiros”. Claro, había familias rivales. Te estoy hablando del año ´77. Allá iban y te hacían pum en la cabeza por 100 dólares.
-Según el libro “Los amos del juego”, por aquella época la dueña del Magdalena era la familia Dávila, sospechada por narcotráfico…
-Yo eso no lo sé, pero recuerdo que el presidente vivía en un cuarto piso. El resto del edificio estaba custodiado por unos grandotes armados hasta los dientes.
-¿No te provocaba miedo?
-Y… sí. Lo mismo cuando le pegué a un jugador que era amigo de un traficante. Fui a jugar contra el América, en Cali. De marcador central tenían a un tal Reyes. El tipo me decía te vuá matá, juep… Me pegó, me escupió, me insultó, hasta que en una jugada se cae y la pelota le queda acá (se señala el tórax). Yo vengo corriendo y le pego una patada con la que no lo maté de casualidad. Se me vinieron todos al humo. Después, en el vestuario, un compañero me dice:”Pero qué hiciste, le pegaste a un traficante. Ahora te van a mandar a los muchachos”.
-¿Nunca te pasó nada?
-No, pero me preocupé. Yo después le expliqué al presidente que el negro me había matado a patadas todo el partido. Por las dudas…
-¿Sabías qué era el presidente?
-Te digo: yo soy un loco por las armas. Tiro desde chico. Una vez lo vi al presidente con una campera. Abajo le colgaba una Magnum impresionante. Le pregunte qué era eso. Me la mostró y me dijo: “¿La quieres? Si se clasifican para el octogonal te la regalo”. No nos clasificamos, era imposible.
-Entonces, tenías una relación bastante cercana.
-Los presidentes de los clubes, con los extranjeros que andan bien, siempre tienen una relación especial. A mí hasta me consultaba a quién traer y a quién no.
-¿Alguna vez le preguntaste por su ocupación?
-No, pero hoy lo hablaría.
-¿Te asustaba el entorno?
-No, para mí era una aventura. En El Salvador sí tenía miedo. Tendrías que ver las cartas que le mandé a mi novia. Eran todas testamentos: dejale el coche a éste, la casa a aquel…
-¿Pensabas que te iban a matar?
-Sí, pensaba que me mataban en cualquier momento. Yo vivía a 280 kilómetros de la capital, en San Miguel. Para ir a la capital tenías que atravesar la selva por un camino de montaña, donde estaban escondidos los guerrilleros. ¿Sabés qué hacían?
-¿Qué?
-Paraban el ómnibus. “Colaboración para la causa…”, te decían y te pedían guita. Eran del MLN. Nosotros teníamos un brasileño en el equipo. Y una vez se lo quisieron llevar. “Vos, brasileño, te venís con nosotros a la montaña”. El tipo se puso a llorar, pero nada. “Te venís”. Y nosotros, en aquel momento, teníamos al jugador que había hecho el único gol de El Salvador en el Mundial de España: Zapata. El habló con el guerrillero para que no se llevaran al brasileño. Y lo dejaron. A partir de ahí no se viajó más en ómnibus, sino en avión. Pero, ¿qué pasó?
-¿Qué?
-El avión era un Fiat 600 con alas. Y los guerrilleros se ponían en una montaña y lo bajaban. Entonces, llegaron a un acuerdo con la compañía. Todos los meses había que darles un dinero a los guerrilleros para que no les bajasen los aviones.
-¿Cómo lo tomaban tus compañeros?
-Algunos iban armados.
-¿Por protección o porque eran guerrilleros?
-Más por protección. Ahí, a las seis de la tarde, había toque de queda. Todo apagado. Y empezaban: ra-ta-ta-ta-ta. Yo me tiraba debajo de la cama.
-¿A vos nunca te quisieron llevar?
-No, si después de lo que pasó con Ferreira (el brasileño) yo no decía ni loco que era argentino. No sabés la tensión que te causa una situación de ese tipo. El miedo era real.
-Después fuiste a Sudáfrica.
-Sí, un tal Marcelo Houseman se hizo pasar por el hermano de René y se metió en el fútbol de Sudáfrica. Me llamó cuando yo estaba en Armenio y me ofreció ir para allá.
-Fuiste a un equipo de zulúes en la peor época del apartheid.
-Sí, (Nelson) Mandela estaba preso todavía. Yo voy a un equipo en el que eran todos negros. El fútbol allá, en general, era de los negros. Yo llego y, primero, la mirada…, cierto rechazo…, yo intentaba tocarlos y ellos se alejaban como si uno fuese un animal. Se corrían. Cuando me acercaba a un chiquito, él pensaba que le iba a pegar. ¿Te cuento una?
-Dale.
-Zutu, en zulú, es libertad. El líder de ellos, Yabo Paghatti, pasaba en su auto y los negros le gritaban “zutu”. Y por un pedido de él, yo entraba en la cancha y me ponía así (se para y gesticula como si estuviera de frente a una tribuna) y gritaba: “Zutuuu”. Y toda la gente de esa tribuna lo repetía. Después giraba y me ponía de frente a otra tribuna. Y otra vez: “Zutuuu”. Y la gente lo repetía. Un argentino, blanco, en un país con un problema racial…, recién hoy tomo conciencia de lo que hice.
-¿Se palpaba el apartheid?
-Sí, claro. Los negros no podían estar en el hall de mi edificio. No los dejaban. Un día fui a un boliche y no me dejaron entrar porque era para negros. Y que no te encuentren con una negra…
-¿Cómo era la relación entre negros y blancos en el fútbol?
-No se hablaban.
-¿Cuánta era la influencia de Yabo Paghatti?
-Total. El no era el dueño del equipo, sino el líder de la raza. Pero igual dominaba todo. Tenía un medallón de oro colgando del cuello. Yo le dije que en un próximo contrato quería el medallón. Y todo iba bien hasta que pasó lo de este muchacho Houseman. Yo lo llamé y le dije que me debía una plata. Es un bandido. El me prometió que me la iba a dar, pero yo le contesté que si no me pagaba, me iba. Y me fui. Un amigo mío me contó después que Yabo Paghatti, cuando se enteró, se tiró al piso y se puso a llorar.
-¿Todos los equipos tenían una especie de jefe racial?
-Creo que sí. Mirá, una vez entré en una habitación. Había 5.000.000 de dólares en efectivo, en billetes sudafricanos (rands), todo alrededor de las paredes. A mí me mostraban todas sus cosas. ¿Te cuento otra?
-Contá.
-Un día estábamos en el hotel. Me llaman y me dicen que a las 4.15 tenía que estar en el lobby, porque a las 4.45 salía un avión para Johannesburgo. Firmado: Yabo Paghatti. Fui. Bajé en Johannesburgo. Me estaban esperando en un Mercedes tapizado tigre, tipo película. Estaba Yabo Paghatti en el auto, y al costado había tres negras. Yo pensaba que en cualquier momento algo me iba a pasar, no sabía qué pensar. Llegamos a un lugar, entramos en una habitación -yo ya estaba asustado-, abre un placard y me dice: “Come on, Lulu… (Vamos, Lulu)”. Tenía como 70 trajes de los mejores modistos del mundo. Me dijo que eligiera uno. Yo elegí uno, tome un café y me llevaron al aeropuerto para volver. ¡Me habían llamado para darme un traje!
-Menos mal que después volviste a la Argentina y dejaste las aventuras…
-Sí, pero de acá también tengo una. Yo integré el Equipo de las Estrellas. Ibamos por las cárceles del país a jugar, y ahí hablé con los delincuentes más duros que te puedas imaginar.
-¿Como quiénes?
-Robledo Puch. Yo pedí hablar con él. Mis compañeros me decían que estaba loco.
-¿Y no lo estabas?
-Noooo…
Perfil
Nombre: Jorge Armando Sanabria.
Fecha y lugar de nacimiento: 9/8/1952, en Paso de los Libres (Corrientes).
Trayectoria como jugador:
Excursionistas, Huracán, Unión Magdalena (Colombia), Huracán, Vélez, Independiente, Varta Caldas (Colombia), Argentinos, Central Norte (Salta), Quilmes, Armenio, Ama Zulú (Sudáfrica), Rivadavia (Baradero), Aguilas (El Salvador), Sportivo Baradero, Ledesma (Jujuy), Casino Iguazú (Misiones) y Mercedes.
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